Venezuela es un país rico en variedades gastronómicas, tantas como regiones tiene nuestra extensa geografía. En ella se ha destacado predominantemente la gastronomía central o de Caracas, reivindicando una serie de platos y postres de gran arraigo colonial, con importante influencia europea a partir del siglo XX con la inmigración que recibió la moderna Venezuela. Pero también en Oriente (incluyendo las islas de Margarita y Coche), en Occidente, en la región Andina, en los Llanos y en la Guayana hay importantes peculiaridades culinarias muy dignas de resaltar. Se puede decir que nuestra cocina tiene sus orígenes, en una gran parte, en los aportes del colonizador español, que supo adaptarse a las materias primas de esta generosa región del Nuevo Mundo, con modestas influencias de nuestros indígenas, que aportaron sobre todo el uso del maíz, la yuca y el ají y unos aportes aún más modestos de la cultura africana que vino con la esclavitud negra. Por todo ello debe destacarse que, a diferencia de lo que ocurrió en México, en Perú, en Ecuador y en la misma Colombia, en nuestro país la gastronomía no tuvo un fuerte impacto aborigen y que las influencias europeas han sido muy significativas, por lo que se ofrecen grandes posibilidades para que nuestros platos más emblemáticos pudieran divulgarse y hacerse conocer por todo el mundo.
Sin embargo, si nos comparamos con la cultura culinaria de otros países latinoamericanos como los antes mencionados, estamos lejos de haber logrado dar a conocer nuestras peculiaridades gastronómicas, salvo casos aislados y anecdóticos reducidos a nuestras arepas y nuestro pabellón criollo. Por supuesto que tenemos grandes posibilidades de impactar universalmente con nuestra gastronomía. Disponemos de excelentes materias primas, como carnes de res, de cerdo, de cacería; pescados de río y de mar; el exótico chigüire. Abundante maíz, hortalizas, legumbres, la yuca y la papa, el ají (dulce y picante), el cilantro y un colorante noble como el onoto. Con estos ingredientes y un recurso humano calificado, cada vez más numeroso, conformado por muchos jóvenes chefs que están dándose a conocer a nivel internacional, la divulgación de nuestra gastronomía debería ser un hecho palpable.
Sin embargo, si nos comparamos con la cultura culinaria de otros países latinoamericanos como los antes mencionados, estamos lejos de haber logrado dar a conocer nuestras peculiaridades gastronómicas, salvo casos aislados y anecdóticos reducidos a nuestras arepas y nuestro pabellón criollo. Por supuesto que tenemos grandes posibilidades de impactar universalmente con nuestra gastronomía. Disponemos de excelentes materias primas, como carnes de res, de cerdo, de cacería; pescados de río y de mar; el exótico chigüire. Abundante maíz, hortalizas, legumbres, la yuca y la papa, el ají (dulce y picante), el cilantro y un colorante noble como el onoto. Con estos ingredientes y un recurso humano calificado, cada vez más numeroso, conformado por muchos jóvenes chefs que están dándose a conocer a nivel internacional, la divulgación de nuestra gastronomía debería ser un hecho palpable.
En lo personal considero que esto no se ha logrado aún, por muy diversas razones. La gran mayoría de nuestros grandes cocineros han culminado su formación en el exterior y al trabajar en Venezuela consideran, con sus excepciones, que nuestra cocina es poco refinada y la ignoran, adaptándose a los patrones europeos. Pero en un mundo globalizado, donde es el momento de revitalizar las artes culinarias tradicionales y encarar una lucha frontal con la “fast food” y/o “comida chatarra”, nuestra geografía y nuestra tradición pueden aportar interesantes innovaciones culinarias, que en manos de chefs creativos, logren platos atractivos para cualquier paladar del mundo, basados en nuestro pabellón, nuestros asados, el maíz y sus derivados, la yuca y los tradicionales postres criollos…, sin olvidar la variedad de bebidas como la chicha, el guarapo de piña o de panela y nuestros rones de fama internacional.
Eduardo Villanueva.
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